30.4.02

Te acordás de La revista Lúpin?
O como armar-se de la primera novia

Hubo un tiempo que fue hermoso. No había Magic Kids, Pokemon ni Internet. Los pequeños corrían carreras vuelta a la manzana con autitos llenos de plomo y ruedas hechas de discos de goma de cámara. Consultaban la enciclopedia "Lo sé Todo", escuchaban el radioteatro de la tarde y tomaban Toddy. Y leían, leían diversas revistas entre las que estaban las mejicanas, Anteojito y Billiken. Pero no todos.

En un tiempo en que la tecnología era promesa de un desarrollo sin fin hacia un mundo feliz, , había entre los varoncitos aquellos que pensaban que las largas tardes de la niñez y la adolescencia eran tiempos para ocuparse construyendo diversos aparatos. Para estos dulces cachorros de nerds, existió y aún existe una revista llamada Lúpin, que fue el manual de supervivencia -al igual que el LeJay en EEUU- para pequeños tecnólogos que, en muchos casos devinieron cuando grandes, señores ingenieros.

Un antecedente norteamericano para esta publicación puede ser "The boy mechanic" y "The boy electrician", libritos publicados entre 1913 y 1915 en EEUU repletos de casi 5000 experimentos y proyectos para jóvenes, entre los que descollaba... una máquina de Rayos-X hogareña. Años después se editó el manual "LeJay", publicado en Minneapolis desde 1930 y que se especializaba en presentar inusuales proyectos eléctricos, mayoritariamente realizados con componentes y accesorios de autos viejos. Esta publicación se fue renovando y actualizando, hasta que en la década del 50 contaba con 50 capítulos de proyectos, entre los que se encontraban generadores eólicos para cargar baterías o bicicletas eléctricas. En Argentina algo similar, relacionado con la promesa del bricoleur tecnológico lo podemos encontrar en la revista "Hobby".

En las páginas de Lúpin puede encontrarse una combinación de historietas moralmente ejemplificadoras donde los buenos son siempre buenos y ni siquiera fuman y triunfan inexorablemente, intercaladas con planitos y consejos para construir los aparatos más diversos, casi siempre apoyados en los prodigios del magnetismo y la óptica. Número puesto, el aeromodelismo y la cohetería, los telescopios y los proyectos fotográficos y electrónicos, a los que poco a poco se incorporó la informática. Mención aparte merecen la construcción de artefactos que, mal mirados se antojan imposibles, entre los que el premio mayor se lo llevan los completos planos que viera alguna vez para hacer... una filmadora!

Así construyó su horizonte de posibilidades tecnológicas una revista que sale desde hace 37 años aunque no esté en todos los kioskos. Reencontrarla hoy es visitar el imaginario de una época de expectativas sin fin acerca del futuro como las que muestra el cartoon "Los Supersónicos", por contraste a la mirada que pintaba familia y sociedad actual en la era prehistórica, como los Picapiedras. Lúpin mostró que el taller y la sierrita nos podían llevar a cualquier lugar, si existe algo de eso que respira todavía. Al decir de un amigo: "con la revista Lúpin, me armé mi primera novia...!"

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