25.2.05

Pasó Lorena...

Pasó Lorena...

El fin de semana pasado anduvo por Olavarría mi ex, Lorena. La conocí en el 94 como una porteñita simpática, inquieta y emprendedora, dueña de una sonrisa que me enloqueció al mismo tiempo que para ella, conocerme fue empezar a extrañarme, y no tuvo otro remedio que enamorarse. Todo se dio rápido y simultáneo, me llamaron para un trabajo estupendo y me fui a vivir a BA.

Tiempo después y de improviso, luego de más de dos años juntos, me abandonó y desapareció de un día para otro. No la vi más, y eso de algún modo me destrozó profundamente. Pasé noches y noches llorando, preguntándome qué había hecho, cómo podría arreglarlo. Si habría remedio, si habría cura.

Ese dolor quizás nunca calmó del todo porque tantas preguntas sin respuesta la convirtieron en una especie de desaparecida. No hubo final anunciado de la historia, solo se fue y al no verla más
no tuve cadáver que velar, y por eso creo que nunca pude elaborar totalmente ese duelo. Esa ausencia repentina fue un interrogante que ni siquiera madrugadas de pasar cuadro a cuadro esa película en mi cabeza le encontraron contestación. Y mi amor se congeló y después deshizo como una foto amarillenta.

Hace unos meses me la encontré en una plaza en BA, y me saludó muy afectuosamente. Creo que le gruñí y la esquivé, pero ella insistió, sin registrar mi molestia, cómo preguntando si acaso
estaba enojado con ella... (que esperaría...) Le di mi e-mail y comenzó a escribirme intrascendentemente, me mandaba noticias de sus actividades profesionales y al pasar me preguntaba como estaba. Yo no le contestaba mucho, en realidad.

Recientemente avisó que pasaría por mi ciudad, y que quería aprovechar la ocasión para verme. Le dije que no tendría inconveniente y quedamos que iría a conocer mi depto y charlaríamos. Mi intención era saber. La pregunta del millón, simplemente: "¿Por qué?". Los primeros tiempos soñé una y otra vez encontrarla, que todo volvería. Pero poco a poco el amor se volvió odio, y su
recuerdo fue sinónimo, anuncio, de todo lo malo que me podía pasar después, repetirse quizás.

Sin embargo, también estaba presente el recuerdo juntos como algo hermoso, una época muy potente en la vida. Un tiempo vertiginoso vivido en Bs As en el que recorrimos un circuito que
trazaba la noche y la sustancia de recitales, fiestas en casas, fotógrafos errantes, centros culturales, programas de radio, y grupos de teatro independiente, de una revista de
mediosycomunicación que cruzó su cursada en Sociales de la UBA, Jornadas de Radio, reuniones infinitas, madrugadas de caminar la Capital para amanecer en la costanera, el WordPerfect5.1 en una 286, viajes a la playa, la librería La Crujía, el Palacio Pizzurno, el Cartoon en la esquina de Riobamba y SantaFé, el Cineclub Núcleo, Poliladrón, los dibujos de los Simpsons y los de Keith Haring. Bares y esquinas que ahora me duele reconocer.

En esa época escribí textos muy hermosos. Rocé muy levemente la impresión de que la vida podía ser hermosa sin vueltas, un espacio de magia, de entendimiento, de sentir profundamente que puede haber conocimiento, comunicación, un proyecto común con otra piel que es tanto espejo como complemento tuyo. No volví a vivir un tiempo así, pero a partir de ese momento supe que ese país existe aunque no volviera a pisarlo jamás. Quizás no fuera ella, sino la película que proyectaba mi deseo en su pantalla lo que yo veía, pero algo de eso encendia en mi un fuego sagrado.

Lorena entró a casa con intriga. Parecía tener ganas de conocerla pero no se permitió recorrerla. Me contó de como andaban sus cosas, de su nuevo departamento y cuanto le gustaba. Me habló
de las cosas que estaba haciendo y yo le conté de las mías. Sin embargo, el diálogo me dejó un sabor a nada. No hubo esa oportunidad de profundizar que esperaba. Quizás sea un cobarde, o
un iluso que esperaba un clima propicio que nunca llegaría. Casi ni recuerdo de que conversamos.

Por momentos tuve la sensación de que me iba a pedir algo, por otros que precisaba una ayuda o simplemente que escuchara sus logros. Pero fue como una charla sin concreción, sin clausura.
Fría e inconcluyente. El sabor que me dejó fue metálico. En algún momento parecía que mi conversación la aburría, porque mientras le hablaba comenzó a leer el diario. Algunas cosas le
interesaron, otras las contestó desde los territorios que dominaba mejor. Me pidió opiniones para desarmarlas sobradamente, y así...

Esa persona era la que yo conocía o era una desconocida. No me pasaba nada con ella, pero me recordaba un tiempo que vivimos, lugares que anduvimos, cosas que hicimos juntos, personas que fuimos. Me mostró y me recordó otra persona que yo suelo ser y que hace tiempo que no veía. Y esos sueños hace tiempo que no los tengo, y esa vida es diferente a la que vivo hoy. Fue como ver despertar un costado dormido desde hace mucho de mi.

Como vino se fue, se le hacía tarde y no podía parar, cortó la vacilante conversación con apuro categórico. La acompañé unas cuadras y volví lentamente, pensando en el lío que había
producido en mi esa lejana dama... Pero entonces... ¿A qué vino? No lo sé. Quizás a partir de ahora comience a despertar de un sueño que fue mi pesadilla. Si vino para decir adiós sin saberlo
-porque despedirse ya se despidió hace mucho-, mejor. Podré empezar a escalar mi montaña desde el fondo...

Después, cualquier día siguiente fue un día muy lindo. Salió el sol. Desperté tras un sueño de aliens amistosos. Me levanté, fui a la facultad y di una clase que me dejó satisfecho. De algún
modo me sentí liviano, como que en mi alma despejó una nube que tapaba el cielo. Ya no la amo.

Tengo todavía que pensar si me es o no del todo indiferente, no se si quiero que sea mi amiga. Me puse a escribir, es lo que mejor sé hacer. Quizás, editar estas frases, es también ordenar esos
pensamientos en mi cabeza...

Posiblemente lamente la ausencia de su potencia creativa a mi lado en el camino, pero a eso ya me he acostumbrado. No sé, saber, pensar, que la vida puede ser IMPRESIONANTE más allá de que una mina despierte ese fuego sagrado en lo más hondo de uno. Saber que no es ella, que es uno el que lleva el fuego y que lo único que hay que hacer es encontrar como sacarlo afuera sin ayuda.

Gracias, Lorena. Y hasta siempre...

(escrito en agosto de 2003...)

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