27.8.12

INSTITUTO DE LA MEMORIA



 
Era un hombre que puso una empresa de turismo inusual. Te vendía un día de tu vida. Pero en tus veinte. Todo el día de tu cumpleaños. Podías visitar, vivir, tocar, sentir, pero no podías cambiar nada. Estabas encapsulado en la experiencia de tu día vivido. Valiera como feliz o desgraciado, era tu día. No otro día que el que viviste cuando inauguraste tus veinte años. Y tal como lo habías vivido
No podías dar ese abrazo, si no lo habías dado. No podías despedirte ni decir lo que no habías dicho. Ni lágrima ni sonrisa nueva podías dar. Era como un viaje en el tren fantasma de tu propia experiencia por su carril inamovible. No podías llevarte ni traer nada de ese único día. Y podías vivirlo una sola vez. Mejor dicho, una sola otra vez. Eran las reglas del juego.

La empresa no era difícil. Solo se basaba en la memoria. Y en la sinceridad de no mentirte a ti mismo ni a tu propia experiencia. Algunos decían que el negocio era una estafa. No había viaje, simplemente un ejercicio de memoria. Pero los más sabios, intuyeron algo mas allí. Las texturas, los colores, los olores, el peso de la ropa, el frio o la traspiración eran reales.

¿Serás mejor o peor persona al regresar de ese viaje? ¿Tu vida ha traicionado esa promesa de tus veinte?
Aun no están disponibles plazas para quienes quieran visitar a cambio el futuro en el cuerpo de un viejo. No se ha desarrollado todavía el filtro para impedir el contrabando de predicciones. Pero están trabajando en ello.

¿Cuánto pagarías por viajar a vivir un día, en tus veinte años?

No hay comentarios: